29 ago 2009

Cuaderno de viaje IV


Ruta y meseta.
La única combinación posible durante muchos kilómetros.

Valentía sentía agonizar su curiosidad. Claro, no había pensado que el viaje a través de la meseta era, es y seguirá siendo solitario.
Muy de vez en cuando, algún choique con sus charitos cruzaban el asfalto caliente de tanto sol. Otras, unos chulenguitos sueltos por ahí (seguramente con el resto de los guanacos cerca). Luego, la pura “nada”. El suelo yermo en todo su esplendor.
El cielo, con algunas nubes, no impedía que los rayos del sol surcaran la tierra.
Ninguna FM... sólo el ruido del viento. Como en una película... rodando sobre la ruta.

Un alto por unos minutos,campo adentro, buscando algo diferente.

El molino girando, el viento dándole en la cara, el ganado disperso...

Por unos momentos sonrió ... nada era igual. Su mundo, su ciudad y mirador. Las estrellas por la noche.

Hoy el cielo le anunciaba un comienzo... lo nuevo, de la mano del viento.


22 ago 2009

A veces es complicado.....

... por Liniers

Estar, compartir, perserverar, dar....
No siempre se tiene las mismas ganas, cuesta, se complica.... pero de ninguna manera es imposible ;)

24 mar 2009

Cuaderno de viaje III

Veía las mismas cosas una y otra vez; como si los días y las noches se sucedieran exactamente iguales. Repeticiones diarias, incansables, insistentes...
Pocas cosas realmente lo sorprendían y lograban captar su atención. Descreído de las aventuras, del enamoramiento hasta la médula, del milagro, de la caja rápida, del fast food... de su vida misma.
El día a día no era sólo uno más, sino que se le escurría como el agua entre las manos... no sabía como revertir esa sensación. Sólo cuando se escapaba a su "lugar, apto para pensamientos profundos" y el viento se avalanzaba hacia su cara y su cuerpo, avasallante y entrometido, se sentía acompañado.

La soledad era cosa de muchos, el escudo perfecto para los que preferían no enfrentarse a la realidad de sus vidas pero, para él no significaba un estado depresivo: era su elección.
Había decidido irse por un tiempo, y este mismo lugar que lo recibía le estaba haciendo cosquillas a su curiosidad.

Se quedó algunas horas allí; mateando solo. De vez en cuando miraba su reloj... le resultaba extraño no ver llegar a esa chica que, a su parecer, elegía aquel sitio por los mismos motivos que él. Sólo la soledad, el silencio, la noche estrellada...
Entendía que ella no habia notado su presencia y, sin querer se acompañaban, compartiendo el resplandor de la ciudad a lo lejos.
Hoy era una noche diferente, ella no llegó y sintió una punzada en el estómago. Sin querer, la presencia de ambos ya formaba parte de ese lugar. Era extraño... pero decidió no darle tanta importancia a un hecho realmente insignificante.
Cuando el termo expulsó la última gota de agua caliente, decidió marcharse.

Una vez más hacia la urbe inquieta...

21 feb 2009

Cuaderno de viaje II


Entre las sierras, cerca de la precordillera, un pueblo a orillas del lago.
Noche de fogón con amigos.
Mientras los demás preparaban todo, él se acercó a la orilla del Puelo y alzó la vista...
Admiró por largo tiempo las constelaciones dibujando el cielo por encima de los cerros. Nicolás había crecido allí.
Cada viernes, y siempre y cuando el tiempo lo permitiera, aprovechaba las noche de fogón para mirar el brillo de las estrellas, soñando con contemplar el cielo desde otro sitio. Aunque en esos momentos recibía los comentarios de sus amigos, porque podía olvidarse el motivo de las religiosas reuniones allí, no le importaba... se daba el gusto de perderse en la inmensidad del silencio y la naturaleza.

"Las idas y vueltas de la vida", pensaba; el trabajo, la familia... estar acostumbrado a ciertas cosas, iba demorando algunos "gustitos" que quería darse.
Algún viaje, tal vez... quién sabe.
Con el correr de los días se decidió a pensarlo seriamente, y saldar las deudas de su alma; conciliar el sueño sin reproches de su conciencia y darse la oportunidad de andar por nuevos caminos...



13 feb 2009

Cuaderno de viaje I


Si alguna vez detuvieran su vista en el cielo nocturno, alejado de las luces de la ciudad, sentirían que el manto de lucecitas diminutas y distantes, los cubren como una sábana ligera.


Valentina sabía muy bien de ésta sensación.

Esperaba aquellas noches de cielo despejado, preparaba una manta, subía a su auto y se dirigía al punto más alejado de su casa; al otro extremo de la ciudad, donde el resplandor de la urbe no interfiriera. Cada vez que llegaba allí, colocaba la manta sobre el capot del auto y se recostaba.

No pasaba más de ½ hora. Era su dosis exacta de frescura y melancolía.

Soñaba con mirar el cielo desde otro sitio (aunque fuera el mismo cielo), donde el ruido de los vehículos o las luces no estorbaron.


Así, decidida, emprendió su viaje.


31 ene 2009

Recreos del alma

La lluvia y la música se encuentran a menudo.
La lluvia se anuncia con cúmulos oscuros y gruesos. La música llega tímida y respetuosa.

El murmullo del agua en los canteros despertó las primeras notas; el borbotar de miles de gotas cayendo desesperadas, anidando en la tierra empapada.
Los vidrios opacos, atravesados de arriba a abajo por gruesas gotas de lluvia (dibujando largas hileras de agua incontenible en el
escurrimiento), dejan entrever las manos deslizándose delicádamente por las teclas blancas y negras del viejo piano.

La madera caoba, recién lustrada, refleja los dedos extendéndose hacia el acorde inicial.

La lluvia cobra fuerza y se hace sentir sobre el techo, a media noche, mientras comienza a sonar un melancólico y sentido vals.




13 ene 2009

Reflexiones de una tarde gris


Día XI


... revolviendo la nada

Me quedé en silencio, con la mirada perdida en las farolas de la calle. Pensando, claro... ¿cómo es que alguien puede apoderarse tan descaradamente de un corazón?, con tal fuerza; así, inesperadamente; con la exquisitez de la sencillez y, a la vez, la suma de la pasión y el arrebato; del amor incontenible e inlcuso, de la tristeza de dejar ir y esperar... sólo esperar.
Mientras perdía mis pensamientos en versos y cartas envejecidas por el paso del tiempo, el lápiz garabateaba sobre el papel, a la luz de la débil llama de una vela que se consumía lentamente.
Afuera, los truenos y relámpagos anticipaban la tormenta.

Esa noche volvió a llover.

No era posible calcular la hondura del silencio (...), como si la tierra se hubiera vaciado de su aire.
Ningún sonido; ni el del resuello, ni el del latir del corazón; como si se detuviera el mismo ruido de la conciencia.

Las palabras de Rulfo resonaban en mi cabeza; se hacían eco en mi mente
Horas... y el paso inevitable del tiempo.
La cera de la vela se consumió frente a mis ojos, rendidos por el sueño.


8 ene 2009

Reflexiones de una tarde gris


Día IX


No sé si te he soñado... pero desperté con la sensación de tu presencia -real, palpable-, a mi lado.

Al bajar del colectivo el cielo continuaba despedazándose gota a gota.
La lluvia te trajo a mi memoria y ya no intento luchar contra tu recuerdo. Lo suelto en las hojas (a cuentagotas, lo sé), se filtra a través de los renglones.
Me recorrió el frío, de pies a cabeza; allí, junto a la ventana con mi taza de té negro semicargado.
Poco a poco el cielo va despejándose y mi vista se pierde en las nubes que brillan entre tonos grises y blancos bajo los últimos rayos del sol, y vuelvo...

La lluvia era intensa: golpeaba con fuerza los vidrios de las ventanas largas, de madera gastada y vidrios opacos, empañados; azotaba despiadada el suelo; parecía desarmar las hojas de los árboles.
Las gotas se escurrían entre los ladrillos de las casas. Todo ese paisaje que tantas veces me abrigaba con sólo mirarlo, hoy luce triste y desolador.
La impaciencia sólo puso en evidencia tu ausencia. Nuevamente se diluyó tu imagen tan clara, tan vívida; una vez más te escabullís en los relatos que releo como quien intenta encontrar desesperadamente algo perdida... revolviendo la nada.


Lo que últimamente me ha dejado sin palabras

Julio Cortázar... como siempre

Carta...

Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo
como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera, y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,
todo eso que es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.
Que mires más allá de mi,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,
y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de libertad.