31 ene 2009

Recreos del alma

La lluvia y la música se encuentran a menudo.
La lluvia se anuncia con cúmulos oscuros y gruesos. La música llega tímida y respetuosa.

El murmullo del agua en los canteros despertó las primeras notas; el borbotar de miles de gotas cayendo desesperadas, anidando en la tierra empapada.
Los vidrios opacos, atravesados de arriba a abajo por gruesas gotas de lluvia (dibujando largas hileras de agua incontenible en el
escurrimiento), dejan entrever las manos deslizándose delicádamente por las teclas blancas y negras del viejo piano.

La madera caoba, recién lustrada, refleja los dedos extendéndose hacia el acorde inicial.

La lluvia cobra fuerza y se hace sentir sobre el techo, a media noche, mientras comienza a sonar un melancólico y sentido vals.




13 ene 2009

Reflexiones de una tarde gris


Día XI


... revolviendo la nada

Me quedé en silencio, con la mirada perdida en las farolas de la calle. Pensando, claro... ¿cómo es que alguien puede apoderarse tan descaradamente de un corazón?, con tal fuerza; así, inesperadamente; con la exquisitez de la sencillez y, a la vez, la suma de la pasión y el arrebato; del amor incontenible e inlcuso, de la tristeza de dejar ir y esperar... sólo esperar.
Mientras perdía mis pensamientos en versos y cartas envejecidas por el paso del tiempo, el lápiz garabateaba sobre el papel, a la luz de la débil llama de una vela que se consumía lentamente.
Afuera, los truenos y relámpagos anticipaban la tormenta.

Esa noche volvió a llover.

No era posible calcular la hondura del silencio (...), como si la tierra se hubiera vaciado de su aire.
Ningún sonido; ni el del resuello, ni el del latir del corazón; como si se detuviera el mismo ruido de la conciencia.

Las palabras de Rulfo resonaban en mi cabeza; se hacían eco en mi mente
Horas... y el paso inevitable del tiempo.
La cera de la vela se consumió frente a mis ojos, rendidos por el sueño.


8 ene 2009

Reflexiones de una tarde gris


Día IX


No sé si te he soñado... pero desperté con la sensación de tu presencia -real, palpable-, a mi lado.

Al bajar del colectivo el cielo continuaba despedazándose gota a gota.
La lluvia te trajo a mi memoria y ya no intento luchar contra tu recuerdo. Lo suelto en las hojas (a cuentagotas, lo sé), se filtra a través de los renglones.
Me recorrió el frío, de pies a cabeza; allí, junto a la ventana con mi taza de té negro semicargado.
Poco a poco el cielo va despejándose y mi vista se pierde en las nubes que brillan entre tonos grises y blancos bajo los últimos rayos del sol, y vuelvo...

La lluvia era intensa: golpeaba con fuerza los vidrios de las ventanas largas, de madera gastada y vidrios opacos, empañados; azotaba despiadada el suelo; parecía desarmar las hojas de los árboles.
Las gotas se escurrían entre los ladrillos de las casas. Todo ese paisaje que tantas veces me abrigaba con sólo mirarlo, hoy luce triste y desolador.
La impaciencia sólo puso en evidencia tu ausencia. Nuevamente se diluyó tu imagen tan clara, tan vívida; una vez más te escabullís en los relatos que releo como quien intenta encontrar desesperadamente algo perdida... revolviendo la nada.


Lo que últimamente me ha dejado sin palabras

Julio Cortázar... como siempre

Carta...

Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo
como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera, y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,
todo eso que es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.
Que mires más allá de mi,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,
y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de libertad.