24 mar 2009

Cuaderno de viaje III

Veía las mismas cosas una y otra vez; como si los días y las noches se sucedieran exactamente iguales. Repeticiones diarias, incansables, insistentes...
Pocas cosas realmente lo sorprendían y lograban captar su atención. Descreído de las aventuras, del enamoramiento hasta la médula, del milagro, de la caja rápida, del fast food... de su vida misma.
El día a día no era sólo uno más, sino que se le escurría como el agua entre las manos... no sabía como revertir esa sensación. Sólo cuando se escapaba a su "lugar, apto para pensamientos profundos" y el viento se avalanzaba hacia su cara y su cuerpo, avasallante y entrometido, se sentía acompañado.

La soledad era cosa de muchos, el escudo perfecto para los que preferían no enfrentarse a la realidad de sus vidas pero, para él no significaba un estado depresivo: era su elección.
Había decidido irse por un tiempo, y este mismo lugar que lo recibía le estaba haciendo cosquillas a su curiosidad.

Se quedó algunas horas allí; mateando solo. De vez en cuando miraba su reloj... le resultaba extraño no ver llegar a esa chica que, a su parecer, elegía aquel sitio por los mismos motivos que él. Sólo la soledad, el silencio, la noche estrellada...
Entendía que ella no habia notado su presencia y, sin querer se acompañaban, compartiendo el resplandor de la ciudad a lo lejos.
Hoy era una noche diferente, ella no llegó y sintió una punzada en el estómago. Sin querer, la presencia de ambos ya formaba parte de ese lugar. Era extraño... pero decidió no darle tanta importancia a un hecho realmente insignificante.
Cuando el termo expulsó la última gota de agua caliente, decidió marcharse.

Una vez más hacia la urbe inquieta...

Lo que últimamente me ha dejado sin palabras

Julio Cortázar... como siempre

Carta...

Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo
como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera, y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,
todo eso que es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.
Que mires más allá de mi,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,
y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de libertad.