8 ene 2009

Reflexiones de una tarde gris


Día IX


No sé si te he soñado... pero desperté con la sensación de tu presencia -real, palpable-, a mi lado.

Al bajar del colectivo el cielo continuaba despedazándose gota a gota.
La lluvia te trajo a mi memoria y ya no intento luchar contra tu recuerdo. Lo suelto en las hojas (a cuentagotas, lo sé), se filtra a través de los renglones.
Me recorrió el frío, de pies a cabeza; allí, junto a la ventana con mi taza de té negro semicargado.
Poco a poco el cielo va despejándose y mi vista se pierde en las nubes que brillan entre tonos grises y blancos bajo los últimos rayos del sol, y vuelvo...

La lluvia era intensa: golpeaba con fuerza los vidrios de las ventanas largas, de madera gastada y vidrios opacos, empañados; azotaba despiadada el suelo; parecía desarmar las hojas de los árboles.
Las gotas se escurrían entre los ladrillos de las casas. Todo ese paisaje que tantas veces me abrigaba con sólo mirarlo, hoy luce triste y desolador.
La impaciencia sólo puso en evidencia tu ausencia. Nuevamente se diluyó tu imagen tan clara, tan vívida; una vez más te escabullís en los relatos que releo como quien intenta encontrar desesperadamente algo perdida... revolviendo la nada.


2 comentarios:

Steki dijo...

Hola Chimanga!
Acá también se cayó el cielo ayer!
Hace unos días que el tiempo está raro, sol de día y a la tardecita empieza a ponerse negro y lluvia y piedra, para mal de los productores que están perdiendo todas sus cosechas.
A mí también me pone melancólica los días grises por eso no los soporto más de uno! Necesito el sol.
Un abrazo para ti, niña.
BACI, STEKI.

SANTIAGO dijo...

acá en capital, el agua ya no cae de las nubes, sino de las personas ...
puajjjjj!!!! QUE CALOOOOOOOOOOOOOR!

p.d: a ver cuando nos vuelve a sorprender con una tormenta de fotos patagónicas

Lo que últimamente me ha dejado sin palabras

Julio Cortázar... como siempre

Carta...

Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo
como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera, y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,
todo eso que es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.
Que mires más allá de mi,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,
y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de libertad.