21 feb 2009
Cuaderno de viaje II
Entre las sierras, cerca de la precordillera, un pueblo a orillas del lago.
Noche de fogón con amigos.
Mientras los demás preparaban todo, él se acercó a la orilla del Puelo y alzó la vista...
Admiró por largo tiempo las constelaciones dibujando el cielo por encima de los cerros. Nicolás había crecido allí.
Cada viernes, y siempre y cuando el tiempo lo permitiera, aprovechaba las noche de fogón para mirar el brillo de las estrellas, soñando con contemplar el cielo desde otro sitio. Aunque en esos momentos recibía los comentarios de sus amigos, porque podía olvidarse el motivo de las religiosas reuniones allí, no le importaba... se daba el gusto de perderse en la inmensidad del silencio y la naturaleza.
"Las idas y vueltas de la vida", pensaba; el trabajo, la familia... estar acostumbrado a ciertas cosas, iba demorando algunos "gustitos" que quería darse.
Algún viaje, tal vez... quién sabe.
Con el correr de los días se decidió a pensarlo seriamente, y saldar las deudas de su alma; conciliar el sueño sin reproches de su conciencia y darse la oportunidad de andar por nuevos caminos...
13 feb 2009
Cuaderno de viaje I
Si alguna vez detuvieran su vista en el cielo nocturno, alejado de las luces de la ciudad, sentirían que el manto de lucecitas diminutas y distantes, los cubren como una sábana ligera.
Valentina sabía muy bien de ésta sensación.
Esperaba aquellas noches de cielo despejado, preparaba una manta, subía a su auto y se dirigía al punto más alejado de su casa; al otro extremo de la ciudad, donde el resplandor de la urbe no interfiriera. Cada vez que llegaba allí, colocaba la manta sobre el capot del auto y se recostaba.
No pasaba más de ½ hora. Era su dosis exacta de frescura y melancolía.
Soñaba con mirar el cielo desde otro sitio (aunque fuera el mismo cielo), donde el ruido de los vehículos o las luces no estorbaron.
Así, decidida, emprendió su viaje.
Lo que últimamente me ha dejado sin palabras
Carta...
Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo
como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera, y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,
todo eso que es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.
Que mires más allá de mi,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,
y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de libertad.