Ruta y meseta.
La única combinación posible durante muchos kilómetros.
Valentía sentía agonizar su curiosidad. Claro, no había pensado que el viaje a través de la meseta era, es y seguirá siendo solitario.
Muy de vez en cuando, algún choique con sus charitos cruzaban el asfalto caliente de tanto sol. Otras, unos chulenguitos sueltos por ahí (seguramente con el resto de los guanacos cerca). Luego, la pura “nada”. El suelo yermo en todo su esplendor.
El cielo, con algunas nubes, no impedía que los rayos del sol surcaran la tierra.
Ninguna FM... sólo el ruido del viento. Como en una película... rodando sobre la ruta.
Un alto por unos minutos,campo adentro, buscando algo diferente.
El molino girando, el viento dándole en la cara, el ganado disperso...
Por unos momentos sonrió ... nada era igual. Su mundo, su ciudad y mirador. Las estrellas por la noche.
Hoy el cielo le anunciaba un comienzo... lo nuevo, de la mano del viento.